Una historia real de superación personal...
CAPÍTULO I
"TARDE DE OTOÑO"
Trabajando toda su vida en el campo. llevando a su cargo la granja de un vecino y como toda mujer de su época, levantando una casa y con ella, una familia.
Recordaba el día que conoció a su marido. Era una tarde soleada después de un día lluvioso. la presencia del arco de colores en el cielo sobre las cumbres de las brillantes montañas, hacía presagiar un instante que marcaría toda su existencia.
Vio a un chico andando por el camino empedrado que venía hacía ella. Tenía el cabello rubio y revuelto, los ojos claros y una sonrisa que a Clara le llegó al corazón. El chico pasó de largo; Clara se quedó mirando como se alejaba por el camino de piedras, cuando de pronto, el muchacho se da media vuelta, se acerca a ella y sonriendo le dice:
-He venido a trabajar a casa del señor Antón, de jornalero. ¿Me podías decir dónde es?
Clara estaba encantada, el señor Antón del que preguntaba aquel chico, era nada más y nada menos que su padre.
Lo llevó dentro de la casa. Su padre, había trabajado toda la vida en el campo pero un día se cayó del caballo y desde entonces, sufría fuertes dolores de espalda que le impedían trabajar la tierra. Habían tenido sólo a Clara, ya que su mujer había fallecido en el parto. Por lo qué, en épocas de recogida de la siembra contrataba algún peón del pueblo vecino para que le ayudara a Clara en la recolecta, aunque también recibían ayuda de los vecinos cercanos.
Ese año a Clara, aunque se le duplicara el trabajo con otra boca más que alimentar, estaba tan deslumbrada con aquel chico y su sonrisa, que se levantaba de madrugada para poder adelantar todo el trabajo de la casa y así poder estar más tiempo con él.
Día a día, acompañada del muchacho iban recolectando los frutos que el campo daba y así entre risas y cantos se fueron haciendo inseparables.
Cuando acabó la temporada, Clara ya estaba comprometida con el muchacho y la boda se celebró pocos meses después.
Esa; decía Clara, había sido la época más feliz de su vida, pues en su infancia, con la falta de su madre, no tuvo vivencias infantiles, ni risas, ni cantos. Desde pequeña trabajó en la casa familiar y en el campo. Aunque cuando era más niña su tía, la hermana de su padre, iba a la casa a ayudarle y enseñarle como tenía que hacer la tareas. La trataban como un adulto y no como una niña de corta edad.
No tenía reproches para su padre, él también lo había pasado mal. Cuando su mujer murió se encontró con una familia rota, con un bebé y sin una mujer que llevara la casa como él estaba acostumbrado con su madre.
Tampoco le estaba agradecida de nada. Siendo adolescente, ya casada, Clara tenía las manos agrietadas de todo lo que llevaba a su espalda.
Aquellos primeros meses fueron maravillosos. Clara era una mujer muy joven, con unas mejillas sonrosadas llenas de vida. Estaba descubriendo sentimientos que nunca antes había sentido; su marido era amable y educado, siempre sonriendo cómo aquel primer día que lo conoció. Por primera vez, en aquella casa de campo, donde los pajarillos animaban las tardes soleadas, Clara cantaba, se reía, había madurado y en el fondo, se sentía como una niña pequeña, la que nunca había podido ser; era feliz.
muy interesante!!!!!!!!!
ResponderEliminarGracias Bárbara!!!!!
EliminarQue ganas del siguiente capítulo...
ResponderEliminarMuchas gracias Juanma, en unos dias, edito el capítulo siguiente, gracias.
Eliminar